Esta semana la fuerza estudiantil bolivariana asume una pelea decisiva; desde todos los rincones de la patria se movilizan los Consejos del Poder Popular Estudiantil, impulsados por el Presidente Chávez hace años, como organización estratégica para el co-gobierno de los estudiantes en sus instituciones. Sólo en algunos Estados las quintas columnas impidieron que los jóvenes se organizaran, pues ciertas autoridades retardatarias le temen a la vanguardia estudiantil de la revolución. Esto no impidió que fuerza juvenil socialista consolidara las bases estudiantiles en todas las universidades, incluso la UCV, donde chocan actualmente los sistemas en pugna.
El comandante Chávez lo dijo categóricamente en su primer Aló Presidente teórico: “estamos comenzando, construyendo la revolución; nada está acabado”. Ese proceso inacabado nos ha traído al punto en el cual urge derogar la vieja y “Calderista” Ley de Universidades vigente en Venezuela. Esa Ley puntofijista asegura la existencia de universidades ajenas a la república, blindadas en una grosera autonomía, con un sistema electoral propio de las democracias primitivas Grecorromanas, con privilegios exclusivos de la clase academicista y “doctorada”. Esa autonomía universitaria, contraria a los principios constitucionales, permite que los rectores “semi divinos” gocen de total impunidad en la malversación de cuantiosas partidas presupuestarias ejecutadas por estos a discreción.
Aunque es una tarea de la Asamblea Nacional, resulta muy significativo presenciar la pugna histórica del pueblo movilizado contra el viejo sistema academicista; ver el bochornoso espectáculo de la rectora de la UCV ante los televidentes venezolanos defendiendo los intereses de su clase burguesa, avivó el espíritu combativo de nuestros estudiantes bolivarianos de la Misión Sucre, UBV, UNEFA, Politécnicos, ELAM y otros logros de la Revolución, a los cuales la Ley de Universidades vigente considera estudiantes de tercera y por ello los excluye de la distribución presupuestaria.
Una contradicción de esta oxidada ley se evidencia en su Artículo 30º numeral 2º que, en materia electoral, dicta: “Por los representantes de los alumnos de cada Escuela (…) El número de estos representantes será igual al 25 por ciento de los miembros del personal docente y de investigación que integran el Claustro”. Esta arcaica Ley establece que los “alumnos” (seres sin luz) son 75% menos ciudadanos que los docentes e investigadores, a su vez clasificados según su grado académico. No se corresponde, de ninguna manera, esta Ley con la democracia participativa y protagónica contemplada en la CRBV.
Desde su “Claustro”, las universidades tradicionales siguen alejadas de las comunidades y, sólo en ocasiones, hacen un alarde de acercamiento al pueblo a través de la extensión universitaria, concepto que, junto al término “Alumnos”, debe ser derogado. Algunos creen que no importa cómo se le llame a las cosas, sino cómo se conciben. Yo, al contrario, creo que los actores y fenómenos socio políticos deben ser llamados justamente. Por ejemplo, el imperialismo ha calificado las FARC, a Carlos “El Chacal” y los 5 héroes Cubanos como “terroristas”, cuando la palabra correcta sería “luchadores antiimperialistas”. Muchas iglesias Sionistas se llaman “Cristianas”, pero cobran diezmo para financiar el bombardeo a Palestina. En los medios golpistas nos tildan de oficialistas, cuando lo correcto es llamarnos Bolivarianos.
La revolución tiene esta deuda con el Pueblo y los estudiantes universitarios: darnos una ley que siente las bases legales de la Educación Superior Bolivariana. Razón tiene Mariátegui cuando cita a Belaunde (1924): “Al recorrer rápidamente la historia de la universidad desde su origen hasta la fecha se destaca este rango desagradable y funesto: su falta de vinculación con la realidad nacional, con la vida de nuestro medio, con las necesidades y aspiraciones del país”.
Escrito por Juaquin Rondon
Moderador de Molotov
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